Eran las 09:00 horas del domingo, era el día que habíamos quedado para hacer la javierada, la peregrinación que se hace en Navarra a nuestro patrón, San Francisco Javier, se hace desde todos los puntos de la comunidad foral, con la diferencia de que nosotros la hacíamos en nuestras máquinas “perfectas” de rodar, nuestras vespas.
Esperamos hasta que llegó el ultimo miembro del club de los que habíamos quedado, otros no podían o estaban con la familia, en total creo que estábamos nueve o diez.
Salimos de la estación de servicio de San Rafael (parece que la cosa va de santos), todos con nuestro depósitos llenos y estrenando nuestra nueva indumentaria, nuestro polo “regata di mare” con el escudo del club bordado y nuestro flamante corta-vientos con el logo nuevo para las prendas serigrafiado en la espalda, parecíamos la escudería vespa, estábamos de foto. Cogimos dirección Arguedas por el puente romano del siglo XII, se vislumbraba un día magnifico, aunque había un poco de aire el sol decía que saldría con fuerza. Pasamos Arguedas, Valtierra, Cadreita, y pasamos el último pueblo, Villafranca, que estaba a unos 10 kms de Marcilla, que era donde habíamos quedado con Ángel y su mujer Itziar. Hay estaban, esperándonos y haciendo una foto a la caravana de vespas, ya casi estábamos, solo faltaba encontrarnos con el resto de la expedición que había salido el día anterior por la tarde, estos se habían alquilado una casa rural en Yesa, seguro que fue un gran plan, para el año que viene habrá que pensarlo.
Fuimos como “rayos” dirección Mélida, pero antes pasamos por Caparroso, pueblo de Joaquín Lukin, (JL en FM), os acordáis no? El peludo de los 40 principales, ese que sabía tanto de música. Pues eso entre Caparroso y Mélida hay un poblado de no se que siglo, bueno cuando digo poblado me refiero a unas ruinas, solo muros y lo que se supone que eran unas calles, eso es lo que ponía el cartel, lo visitamos rápidamente y nos hicimos la foto de rigor con la bandera del club. La carretera era divertida, yo había cogido la moto de Mari, sabia que era una ruta larga y me apetecía probarla en una ruta de esas características. Iba de cine, aunque tengo que decir que en la “bala plateada” voy muy cómodo, en esta no acabo de acostumbrarme, pero bueno otras cosas buenas tiene, y dos de ellas son la fiabilidad y la velocidad.
Llegamos a Carcastillo, allí nos metimos en un bar, era la hora de almorzar, agggg, dichosa palabra, almuerzo, entramos como Hommer, con la lengua fuera y babeando. Allí nos encontramos a gente de Tudela que habían decidido hacer la Javierada, y también a dos ruedas, pero en bici, para flipar, pero allí estaban, comiéndose unos huevos fritos, unas tapitas y unas ensaladas, después de los saludos pertinentes vamos a la barra donde nos comunican que no hay nada de comer, que se lo han comido todo los bicicleteros, otra vez ha flipar, hay es cuando pienso que el deporte como las vespas o cualquier otra cosa es una mera excusa para salir el fin de semana con los colegas y ponerse hasta los ojos de todo lo que entre semana no comes ni bebes, como somos, no se nos puede dejar solos, como decía uno que no conocí. Salimos del garito y fuimos a parar a una terraza, la cual no imaginábamos lo que se nos venía encima, no nos lo podíamos creer un almuerzo de los de verdad, con sus huevitos, su jamoncito, sus patatitas, su tomatito del Carrefour, ese que hace que la ulcera te de un aviso y por supuesto el vinito de la tierra, y nos acompañó un rico sol que hizo que luciéramos nuestra mejores galas del club, el polito “regata di mare”, que gusto de momento no podía ser mejor.
Después del homenaje al colesterol recibido, nos preparamos para recibir en nuestra ruedas una ruta que es de lo mejorcito, de Carcastillo a Sangüesa, monte de mediana altura con matorral bajo, y mucho verde por las grandes extensiones de plantación de cereal, y mucha curva, carreteras de las que nos gustan.
La caravana de vespas se vislumbraba desde lo alto del monte, curva tras curva, allí estábamos, que estampa tan perfecta, con ese día tan perfecto, no me lo podía creer que todo estuviera saliendo tan bien, después de tanto esperar y de no tener la máxima expectativa por el cambio de día, todo era perfecto.
En Cáseda no encontramos con Dani, de Sangüesa, le había llamado Ángel para decirle que estaríamos por su tierra, y por supuesto no se negó a coser su montura e ir en nuestra busca, ya éramos uno más, la caravana se alargaba, y todavía faltaban Josean, Elipe y Sangüesa (apellido), que nos juntaríamos en el castillo de Javier.
Allí en el castillo dimos una vuelta para ver la zona, hacía muchos, hacia muchos años que no me acercaba a la zona, me vinieron los mejores recuerdos de cuando era crío y hacía la Javierada andando, recuerdo que salíamos el jueves por la tarde, quiere decir que el viernes ya no íbamos al colegio, una de las excusas para ir a la peregrinación, otra excusa era que iba con mis amigos, algunos que iban a otro colegio y para nosotros ese fin de semana juntos era especial, un montón de vivencias, de Km. recorridos a través de la bardena y con un frío de espanto, recuerdo también cuando pasaban los tractores por nuestro lado e intentábamos subirnos para ahorrarnos unos Km., recuerdo aquel tractor de esos que llevaban una especie de embudo que servía para abonar los campos, se llenaba de unas bolitas blancas y grises, se supone que eso era el abono, pues ni cortos ni perezosos El amigo Manu, Pz y yo no subimos corriendo al embudo y anduvimos unos cuantos Km. en el, nos lo pasamos de miedo, nos echábamos unas risas de la gente que iba andando, fardando de ser más listos que ellos (que ignorancia la nuestra), y también íbamos pegándole unos lingotazos a la cantimplora de Manu, que iba llena de vodka, para eso de combatir el frío como los rusos, vaya chispa que nos cogimos, después de eso viaje en el embudo del tractor ese día cambió, resulta que se nos debió meter alguna de esas bolitas por dentro de la ropa o algo así y no veáis los picores que nos empezaron a entrar, era horroroso, venga rascarnos, y cada vez que nos rascábamos aun nos picaba más, me acuerdo como si fuera ayer, que tiempos, que aventuras.
Después de disfrutar de la ruta, llegamos al castillo de Javier y allí nos hicimos la foto de club con la bandera de los patrocinadores. Bajamos a la explanada para que no se diga que hemos estado allí y nos hicimos otra foto y allí es donde nos juntamos con Josean Sangüesa y Elipe, ya estábamos todos, luego nos fuimos dirección Yesa, a buscar un sitio para comer. Encontramos un garito que ofrecía unos bocatas de espanto, muy buena pinta, ose que fue eso lo que comimos, luego decidimos ir a echar el café al pantano de Yesa, que se supone que había campings en los que podríamos echar el cafecillo, cosa que no fue así, porque estaban todos cerrados, nosotros íbamos avanzando por las curvas hasta que vimos un cartel que decía Jaca 30 km, entonces decidimos parar a repostar, que andábamos tiesos, luego dimos media vuelta y decidimos ir en busca de nuestros compañeros que se habían quedado rezagados.
Allí en Sangüesa otra vez, nos juntamos con ellos, en la puerta del hotel Yamaguchi, y decidimos que era hora de volver, otra vez muchas curvas, mucho disfrute, pero esta vez íbamos a tope, a todo lo que daban las motos, lo que no se es como no gripó ninguna.
Alas ocho de la tarde llegamos a Tudela y los que llegamos antes nos quedamos esperando al resto, de ahí al Consenti2 a tomar un café reparador y a casa para una buena ducha de chorro y relax al sillón.
Así ha transcurrido un día con una buena ruta, en buena compañía y con un tiempo bastante bueno. Estoy seguro de que esta no será la última Javierada que nos juntemos el club para hacer una buena ruta como esta, al final unos 250 Km y 13 integrantes del club, bravo por la respuesta.
Esperamos hasta que llegó el ultimo miembro del club de los que habíamos quedado, otros no podían o estaban con la familia, en total creo que estábamos nueve o diez.
Salimos de la estación de servicio de San Rafael (parece que la cosa va de santos), todos con nuestro depósitos llenos y estrenando nuestra nueva indumentaria, nuestro polo “regata di mare” con el escudo del club bordado y nuestro flamante corta-vientos con el logo nuevo para las prendas serigrafiado en la espalda, parecíamos la escudería vespa, estábamos de foto. Cogimos dirección Arguedas por el puente romano del siglo XII, se vislumbraba un día magnifico, aunque había un poco de aire el sol decía que saldría con fuerza. Pasamos Arguedas, Valtierra, Cadreita, y pasamos el último pueblo, Villafranca, que estaba a unos 10 kms de Marcilla, que era donde habíamos quedado con Ángel y su mujer Itziar. Hay estaban, esperándonos y haciendo una foto a la caravana de vespas, ya casi estábamos, solo faltaba encontrarnos con el resto de la expedición que había salido el día anterior por la tarde, estos se habían alquilado una casa rural en Yesa, seguro que fue un gran plan, para el año que viene habrá que pensarlo.
Fuimos como “rayos” dirección Mélida, pero antes pasamos por Caparroso, pueblo de Joaquín Lukin, (JL en FM), os acordáis no? El peludo de los 40 principales, ese que sabía tanto de música. Pues eso entre Caparroso y Mélida hay un poblado de no se que siglo, bueno cuando digo poblado me refiero a unas ruinas, solo muros y lo que se supone que eran unas calles, eso es lo que ponía el cartel, lo visitamos rápidamente y nos hicimos la foto de rigor con la bandera del club. La carretera era divertida, yo había cogido la moto de Mari, sabia que era una ruta larga y me apetecía probarla en una ruta de esas características. Iba de cine, aunque tengo que decir que en la “bala plateada” voy muy cómodo, en esta no acabo de acostumbrarme, pero bueno otras cosas buenas tiene, y dos de ellas son la fiabilidad y la velocidad.
Llegamos a Carcastillo, allí nos metimos en un bar, era la hora de almorzar, agggg, dichosa palabra, almuerzo, entramos como Hommer, con la lengua fuera y babeando. Allí nos encontramos a gente de Tudela que habían decidido hacer la Javierada, y también a dos ruedas, pero en bici, para flipar, pero allí estaban, comiéndose unos huevos fritos, unas tapitas y unas ensaladas, después de los saludos pertinentes vamos a la barra donde nos comunican que no hay nada de comer, que se lo han comido todo los bicicleteros, otra vez ha flipar, hay es cuando pienso que el deporte como las vespas o cualquier otra cosa es una mera excusa para salir el fin de semana con los colegas y ponerse hasta los ojos de todo lo que entre semana no comes ni bebes, como somos, no se nos puede dejar solos, como decía uno que no conocí. Salimos del garito y fuimos a parar a una terraza, la cual no imaginábamos lo que se nos venía encima, no nos lo podíamos creer un almuerzo de los de verdad, con sus huevitos, su jamoncito, sus patatitas, su tomatito del Carrefour, ese que hace que la ulcera te de un aviso y por supuesto el vinito de la tierra, y nos acompañó un rico sol que hizo que luciéramos nuestra mejores galas del club, el polito “regata di mare”, que gusto de momento no podía ser mejor.
Después del homenaje al colesterol recibido, nos preparamos para recibir en nuestra ruedas una ruta que es de lo mejorcito, de Carcastillo a Sangüesa, monte de mediana altura con matorral bajo, y mucho verde por las grandes extensiones de plantación de cereal, y mucha curva, carreteras de las que nos gustan.
La caravana de vespas se vislumbraba desde lo alto del monte, curva tras curva, allí estábamos, que estampa tan perfecta, con ese día tan perfecto, no me lo podía creer que todo estuviera saliendo tan bien, después de tanto esperar y de no tener la máxima expectativa por el cambio de día, todo era perfecto.
En Cáseda no encontramos con Dani, de Sangüesa, le había llamado Ángel para decirle que estaríamos por su tierra, y por supuesto no se negó a coser su montura e ir en nuestra busca, ya éramos uno más, la caravana se alargaba, y todavía faltaban Josean, Elipe y Sangüesa (apellido), que nos juntaríamos en el castillo de Javier.
Allí en el castillo dimos una vuelta para ver la zona, hacía muchos, hacia muchos años que no me acercaba a la zona, me vinieron los mejores recuerdos de cuando era crío y hacía la Javierada andando, recuerdo que salíamos el jueves por la tarde, quiere decir que el viernes ya no íbamos al colegio, una de las excusas para ir a la peregrinación, otra excusa era que iba con mis amigos, algunos que iban a otro colegio y para nosotros ese fin de semana juntos era especial, un montón de vivencias, de Km. recorridos a través de la bardena y con un frío de espanto, recuerdo también cuando pasaban los tractores por nuestro lado e intentábamos subirnos para ahorrarnos unos Km., recuerdo aquel tractor de esos que llevaban una especie de embudo que servía para abonar los campos, se llenaba de unas bolitas blancas y grises, se supone que eso era el abono, pues ni cortos ni perezosos El amigo Manu, Pz y yo no subimos corriendo al embudo y anduvimos unos cuantos Km. en el, nos lo pasamos de miedo, nos echábamos unas risas de la gente que iba andando, fardando de ser más listos que ellos (que ignorancia la nuestra), y también íbamos pegándole unos lingotazos a la cantimplora de Manu, que iba llena de vodka, para eso de combatir el frío como los rusos, vaya chispa que nos cogimos, después de eso viaje en el embudo del tractor ese día cambió, resulta que se nos debió meter alguna de esas bolitas por dentro de la ropa o algo así y no veáis los picores que nos empezaron a entrar, era horroroso, venga rascarnos, y cada vez que nos rascábamos aun nos picaba más, me acuerdo como si fuera ayer, que tiempos, que aventuras.
Después de disfrutar de la ruta, llegamos al castillo de Javier y allí nos hicimos la foto de club con la bandera de los patrocinadores. Bajamos a la explanada para que no se diga que hemos estado allí y nos hicimos otra foto y allí es donde nos juntamos con Josean Sangüesa y Elipe, ya estábamos todos, luego nos fuimos dirección Yesa, a buscar un sitio para comer. Encontramos un garito que ofrecía unos bocatas de espanto, muy buena pinta, ose que fue eso lo que comimos, luego decidimos ir a echar el café al pantano de Yesa, que se supone que había campings en los que podríamos echar el cafecillo, cosa que no fue así, porque estaban todos cerrados, nosotros íbamos avanzando por las curvas hasta que vimos un cartel que decía Jaca 30 km, entonces decidimos parar a repostar, que andábamos tiesos, luego dimos media vuelta y decidimos ir en busca de nuestros compañeros que se habían quedado rezagados.
Allí en Sangüesa otra vez, nos juntamos con ellos, en la puerta del hotel Yamaguchi, y decidimos que era hora de volver, otra vez muchas curvas, mucho disfrute, pero esta vez íbamos a tope, a todo lo que daban las motos, lo que no se es como no gripó ninguna.
Alas ocho de la tarde llegamos a Tudela y los que llegamos antes nos quedamos esperando al resto, de ahí al Consenti2 a tomar un café reparador y a casa para una buena ducha de chorro y relax al sillón.
Así ha transcurrido un día con una buena ruta, en buena compañía y con un tiempo bastante bueno. Estoy seguro de que esta no será la última Javierada que nos juntemos el club para hacer una buena ruta como esta, al final unos 250 Km y 13 integrantes del club, bravo por la respuesta.
Hombre, si has actualizado el blog. Ya era hora!!
ResponderEliminarYa era hora, tienes razón, ando super liado, la verdad que la tenía escrita desde el fin de semana siguiente, pero ya sabes, entre unas cosas y otras...
ResponderEliminarsaludos
Chicooooooo, actualiza el blog!!!!!!
ResponderEliminarJuan...¿se ha muerto el blog o qué? Pon crónica y fotos de lo de las pozas hombre!
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